Historia de un reasfaltado

Que Massanassa tenga superávit, -dinero en el banco-, es una muy buena noticia. Pero no es casual. Y desde luego no puede ser inútil.

La constante inversión de administraciones como la Diputación, la Generalitat o la Mancomunidad resultan claves para que las grandes obras que se han hecho en nuestro pueblo no hayan supuesto un cargo extra a las harcas municipales. Un gasto moderado también ayuda, por supuesto.

Conviene hacer un ejercicio de transparencia y responsabilidad en tiempos de populismos y campañas preelectorales pagadas con dinero de todos. Explicar que gran parte de las obras que se han llevado a cabo en Massanassa en los últimos años han corrido a cargo de fondos de otras administraciones distintas al Ayuntamiento es algo que además de hacer justicia serviría para acercar a la ciudadanía a las administraciones (de todos los colores políticos, por cierto).

Si nos centramos en algunas de las obras más recientes como las peatonalizaciones de la Plaça Constitució y Carrer Major, la polémica del Carrer Torrent, las aceras que dan acceso a la ‘ruta del colesterol’, la repavimentación de las calles que tendrá lugar próximamente, el césped del campo de fútbol, la reparación de caminos rurales, los equipos de cardioprotección, las ayudas para comprar vehículos eléctricos municipales o para el fomento de la lectura y una larga lista de obras y servicios podremos comprobar como se pagan de fondos de otras administraciones.

Eso, en principio, es una muy buena noticia ya que nos permite ahorrar para invertir de manera más ágil (sin tener que esperar a una subvención) en aquello que se necesita, ya sea construir un parque, atender necesidades sociales o de cualquier otro tipo.

No obstante, lo que no está tan bien es tener que esperar a una subvención de la Diputación para reasfaltar calles que lo necesitan urgentemente cuando tienes varios millones de euros en el banco. Y además, y el caso del asfaltado de calles es especialmente grave en Massanassa, está doblemente mal tener las obras previstas desde abril de 2018 e inciarlas en abril de 2019, a pocas semanas de elecciones.

Es una tomadura de pelo al ciudadano y una burla. Y si no que se lo digan a las personas que transitan por calles como Constantí Llombart, Comptes de Trigona o Doctor Peset a ver qué piensan de que teniendo superávit haya que esperar a una subvención provincial para echarle un poco de asfalto a una calle y que además, una vez lista la subvención, se retrase lo máximo posible para hacerla coincidir con elecciones. Ni es serio ni es buena política.

El superávit es una fantástica noticia, pero tiene que revertir en el bienestar de la ciudadanía, de lo contrario, nos sirve de bien poco.

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